TRABAJAR CANSA
Atravesar una calle para escapar de casa
lo hace solo un muchacho, pero este hombre que pasea
todo el día las calles, no es ya un muchacho
y no escapa de casa.
Hay en el estío
tardes que hasta las plazas están vacías, tendidas
bajo el sol que está a punto de ponerse, y este hombre que llega
por un paseo de inútiles plantas, se para.
¿Vale la pena estar solo, para estar siempre más solo?
Solamente pasearlas, las plazas y las calles
están vacías. Hay que parar a una mujer
y hablarle y decidirla a vivir juntos.
De otro modo, uno habla solo. Es por esto que a veces
hay el borracho nocturno que empieza discursos
y cuenta los proyectos de toda la vida.
No es ciertamente esperando en la plaza desierta
como se encuentra a alguien, pero el que pasea las calles
se para cada tanto. Si fueran dos,
también andando por la calle, la casa estaría
donde está aquella mujer y valdría la pena.
Por la noche la plaza retorna desierta,
y este hombre que pasa, no ve las casas
tras las inútiles luces, no alza los ojos:
oye solo el empedrado, que han hecho otros hombres
de manos endurecidas, como son las suyas.
No es justo quedarse en la plaza desierta.
Existirá ciertamente aquella mujer por la calle
que, rogada, querría ayudar en la casa.
4.22.2011
ILustración para un poema de Cesare Pavese
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